miércoles, 1 de febrero de 2012

4ª Entrada

Al llegar mis padres estaban trabajando y como no tenía deberes cogí mi oboe, es el instrumento que llevo tocando desde que tenía 8 años, la verdad es que tocaba bastante bien, y aprendí en una escuela musical, luego realicé una prueba para conservatorio y me aceptaron, me saqué el título el año pasado con un año más adelantado de lo normal debido a que se me daba bastante bien. Cogí una sinfonía de Johann Sebastián Bach, comencé a tocarla tranquilamente, y como me la sabía un poco de memoria de tantas veces que la había escuchado de vez en cuando cerraba los ojos y en mi mente me imaginaba que hacía un concierto en el que yo era la solista, al finalizar la obra abrí los ojos y parecía aún en mi imaginación como si muchísimas personas me aplaudían por mi gran concierto y trabajo como solista. Luego seguí tocando con los libros que usaba, y después de una hora y cuarenta y cinco minutos tocando lo limpié, lo guardé delicadamente y lo dejé en su sitio. Me tumbé en el sofá, no sabía que hacer, cerré los ojos para relajarme ya que aún estaba un poco en “shock”, y sin esperármelo mi perra, Betty, saltó encima de mi barriga, abrí enseguida los ojos y me reí, le acaricié la cabeza, y esta movía el rabo con felicidad, yo creo que ella sabía que me iba a ir y por eso estaba tan cariñosa, para que pasáramos un rato juntas pensé en sacarla a pasear. Me levanté, me dirigí a la puerta principal, dónde en el recibidor estaba colgado su arnés en la pared, se lo puse, esta salió pitando hacia la puerta exterior esperando a que le abriera. Cerré la puerta principal, me acerqué a la exterior y abrí, según abría esta más se desesperaba, cuando podía salir, no se lo pensó un segundo y salió rápidamente como si detrás le persiguiera un fantasma. Salí de casa con la perra suelta, al minuto de salir de casa ya estaba a mi lado sin separarse, eso me extrañó  mucho ya que era la primera vez que lo hacía sin que yo se lo pidiera. Llegamos a un precioso prado limpió y reluciente como las revistas. Entonces me puse a correr para que me persiguiera, luego me caí pero me reía porque la Betty se tiraba encima de mí e intentaba lamerme la cara de alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario