Una mañana de invierno, un viernes de
diciembre, me levantaba de la cama destapándome las sábanas. Notaba un frío
viento que recorría mi cuerpo rápidamente. Mi habitación estaba ensombrecida
por el sol nublado. Me alzaba mientras apoyaba mis pies sobre el frío suelo. Me
colocaba las zapatillas de ir por casa, luego movía las puertas corredizas de
cristal que daban a mi balcón, lo traspasé, apoyé mis manos sobre la fría
barandilla, cerré los ojos y di rienda suelta a mi imaginación. Al oír el canto
de unos pajaritos, mi mente se imaginaba que era un pájaro que volaba sobre una
ciudad hermosa, con altos edificios construidos modernamente con cristales que
suplantaba las paredes exteriores, al igual que se podían ver pequeñas tiendas
de golosinas, fábricas que soltaban humo de diferentes olores. Todo parecía ser
perfecto. Cuando iba a posarme sobre un árbol algo perturbaba mi mente, era los
gritos de mis padres. Abrí los ojos rápidamente. Rápidamente, salí del balcón y
abrí la puerta, y confirmé de dónde provenían aquellos gritos. Después más
calmada me adentré de nuevo en mi habitación, cerré la puerta del balcón y me
tumbé sobre la cama mientras observaba un cuadro, que contenía dos fotografías,
una que ocupaba todo el marco, y otro en pequeña que estaba en una esquina. La
fotografía grande era una ciudad desde lo alto que se podía ver hasta la más
mínima maravilla, y la otra fotografía era de cuando era pequeña, dónde salgo
sonriendo como si no hubiera un mañana. Las personas normales verían dos fotografías sin relación ninguna entre ellas,
pero en cambio yo veía un sueño de visitar una gran ciudad. Este sueño es
procedente, pienso yo, de que nunca he visto una ciudad, la razón de ello es
que vivo en un pueblo alejado de la población. Mis padres dicen que la ciudad
es demasiado peligrosa, a pesar de qué mi padre se haya criado en una. Estoy en
el último curso de instituto, y dentro de unos días será mi cumpleaños. Tengo
unas calificaciones excelente, y sin presumir, creo que podría ir a una
universidad con una beca. Algo cansada de darle tantas vueltas a mis ilusiones
me levanté de nuevo, cerré la puerta
delicadamente para que no me escucharan. Abrí mi armario que estaba empotrado,
tenía puertas correderas formadas por dos partes, izquierda y derecha.
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